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Variante Ómicron: qué hay que saber de la nueva cepa de COVID-19

La aparición de una nueva mutación del coronavirus, mucho más contagiosa, volvió a activar protocolos duros en muchos países. A 20 días de su caso testigo, la vacunación vuelve a ser la principal defensa, según los especialistas

30 de noviembre, 2021 - 07:26

La pandemia mundial del COVID-19 está lejos de darse por superada, y la aparición de mutaciones como la Ómicron, aparecida en África el 9 de noviembre como caso cero, preocupan por su contagiosidad, aunque todo indica que para pacientes vacunados es mucho menos letal.

De hecho, la médica sudafricana que atendió a una treintena de pacientes con COVID-19 infectados por la nueva cepa, afirmó que solamente presentan “síntomas leves” y que por ahora están pasando su convalecencia sin necesidad de hospitalización. En su mayoría se trata de hombres menores de 40 años, de los cuales poco menos de la mitad estaban vacunados. Entre la sintomatología, se describieron una enorme fatiga, dolores musculares, una tos seca o picazón en la garganta, y solo unos pocos padecían, además, una fiebre baja.

La OMS, por su parte, dijo que es “elevada” la probabilidad de que se extienda a nivel mundial, y quienes lleguen a la Argentina desde África deberán cumplir aislamiento obligatorio.

Mario Lozano, virólogo e investigador del CONICET, brindó un profundo análisis del tema en diálogo con la 91.7: “Lo que sabemos muy poco todavía de esta cepa nueva, porque es de aparición muy reciente”, y precisó: “El primer caso que se detectó revisando muestras más antiguas es de Botswana, un país limítrofe con Sudáfrica, del 9 de noviembre, el primer brote que se describió es de Sudáfrica y ocurrió hace poco más de una semana, con lo que es muy escaso el recorrido que tenemos”.

Pero, por el lado de las certezas, afirmó: “Lo que sí se ha visto es que, en la provincia sudafricana donde empezó, muy rápidamente desplazó a la variante Delta, que ya es muy contagiosa. Entonces se supone que está cepa es todavía más contagiosa, y si eso se comprobara sería un riesgo para todos los países, porque, además, tiene en su característica genómica algunas mutaciones, algunos cambios –insisto con la probabilidad, no la seguridad, porque todavía no lo hemos comprobado en el campo, en las personas–, pero hace suponer que podría generar un escape a las vacunas superior a las cepas que conocemos”.

Obviamente, esta nueva realidad plantea temores e inquietudes, ante una pandemia que, lejos de desaparecer, va cambiando y planteando nuevos desafíos. De todos modos, para la ciencia no hay nada nuevo en ello: “Los virus, como todos los seres vivos, cambian con el tiempo, generan descendencia con modificaciones, que son diferentes a sus progenitores. La diferencia que tienen los virus con otros seres vivos, como nosotros, es que hacen lo que demoramos 300.000 años en lograr –desde una pequeña tribu en África hasta poblar todo el planeta con la diversidad que conocemos hoy de seres humanos–, los virus lo hacen en un mes, mes y medio”, precisó el especialista, remarcando que “en ese lapso logran la misma diversidad en un organismo, y por lo tanto, continuamente van a aparecer nuevas mutaciones con cualquier tipo de virus que nosotros encontremos”. 

Además, aseveró: “El problema con las mutaciones, en general, no es porque aparezcan, sino porque pueden aparecer algunas mutaciones que son peligrosas para nuestra salud. La mayoría de las mutaciones van a ser inocuas, van a hacer que el virus cambie, pero no demasiado, y eso es lo que vemos continuamente. Hay muchísimos mutantes que aparecen, pero el problema es cuando aparece una mutación que es peligrosa para la salud”. 

Un detalle sobre el que puso énfasis es en la correlación que se muestra entre las políticas sanitarias y los efectos de la pandemia. Lo explicitó señalando: “Estas variantes que nos complicaron, la que apareció primero en Gran Bretaña, la Alfa, después la apareció en Sudáfrica, o la de Brasil, todas empezaron a ocurrir en países donde sus gobiernos creyeron en la teoría de que, si dejamos circular al virus libremente, se iba a generar una inmunidad que nos iba a proteger, cosa que demostró ser completamente falsa, y no solo eso, sino que le dio la posibilidad de salir a infectar. Y al distribuirse tanto, tener más posibilidades de encontrar escenarios de secuencia de sus genomas”.

De ahí, Lozano reafirma la conclusión de que “la mejor manera que tenemos de protegernos de esta aparición y de que esto no se convierta en algo crónico, es que todos los países tengan una tasa de vacunación alta, porque, como estamos viendo ahora y como vimos con la variante Delta, cualquier cosa que aparezca en cualquier lugar del mundo que no esté protegido, rápidamente se va a dispersar en todo el planeta”.

Consultado sobre en qué categoría entra nuestro nivel de inmunización, consideró: “Tenemos una tasa de vacunación alta, pero que potencialmente puede no ser suficiente para frenar una ola de un virus tan contagioso como el Ómicron, lo que sí estamos muy seguros es que, al mismo tiempo, estas variantes todavía no logran escaparle tanto a la protección de las vacunas. A pesar de que son capaces de infectarnos, no son capaces, –si estamos vacunados– de producir una enfermedad grave y, por supuesto, de llevarnos a la muerte en la mayoría en los casos”.

En los países en donde esto se ha estudiado, las vacunas siguen sirviendo, siguen siendo muy útiles para evitar la enfermedad grave, y eso es una gran noticia para nosotros, que tenemos una parte de la población importante ya vacunada, “pero si hablamos de inmunidad de rebaño, o sea, de una inmunidad en la cual un porcentaje muy alto de la población esté vacunado y, de esa manera, se evite en brote, tendríamos ya con la variante Delta que llegar a superar el 85% de la población inoculada. Con esta variante todavía más contagiosa, quizás debamos llegar un poco más cercano al 90%, lo que hace que sea muy difícil pensar en que lleguemos a ese concepto de inmunidad de rebaño”.

Finalmente, fue consultado sobre los probables futuros de este fenómeno sanitario mundial: “Aun cuando no podamos vencer completamente al virus, vencerlo en el sentido de erradicarlo completamente de la Tierra y el virus siga contagiándonos todas las temporadas, lo que sí podemos hacer es generar una situación en la cual el virus nos infecte, pero no nos produzca algo que nos afecte la salud, o sea, que produzca una enfermedad muy leve o prácticamente asintomática”. Eso es lo que podría considerarse la normalidad: “Nosotros nos ponemos en contacto con muchísimos virus de esa manera, aunque no nos demos cuenta, todos los años. Nos producen una enfermedad muy leve, y de la cual solo nos queda un pequeño resfrío, que ni siquiera nos impide trabajar. Lo que podemos pensar como futuro, si es que no la vamos a poder erradicar, es por lo menos convertirla en una enfermedad de ese tipo”, concluyó.